Fragmentos

jueves, 30 de diciembre de 2010

Bostezo (o cuando el Dos de Agua saltó de la baraja y se perdió definitivamente)

...Qué buen descanso ... ¿Qué ha ocurrido? 


Oh, ya veo. De vuelta al Caos primigenio. Qué mareo repentino, creo que voy a volver a sentarme...

Y bien, Soñador, ¿cómo hemos llegado de nuevo aquí? Recuerdo tus palabras de buenas noches, algo así como: "Oh sí, mi Contemplador, descansa, ¡aparta inútil, que me estás manchando el camino!" 

Y ahora mírate, alas rotas de nuevo, perdido en el Tiempo...desecho y con todas tus copas destrozadas. Te recordé quién eras, y tú me desataste; ambos hemos trabajado duro: tú redibujaste senderos, extendistes tus alas. Yo, por mi parte, cultivé jardines y disolví afiladas dagas colgantes... 

Hemos ido por caminos distintos, pero no resulta. Debemos ajustarnos, equilibrarnos. Nuestra existencia depende de ello. 


Soñador, no te diré que descanses, pero sí que tomes tu tiempo para que tus alas renazcan. Dame la mano, levanta y ayúdame con estos trastos. Deja tus labores etéreas y centra tu atención en este gran montón de mierda que debemos eliminar. Podemos hacerlo, mi Soñador.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Cuando la penumbra acecha

En estas noches, recuerdo la frase que una vez me susurraron mis Fantasmas de Medianoche:

Y vivir como un Sol siempre triste, que no cesa de esperar a una Estrella Fugaz demasiado veloz y brillante, como para retenerla a su lado.

Cómo iba a saber, que en esas horas de insomnio, ya lejanas, el cúmulo de letras y garabatos dispersos en un folio rasgado, dibujarían lo que ha sido siempre y quizá será.Cómo iba a saberlo.

-- Camina por el cielo y resplandece alto, mi estrella. Gracias por tu calor. -- 

martes, 21 de diciembre de 2010

Malditas Zapatillas Rojas

Mis viejas zapatillas rojas se sucedían en rítmicos golpes sobre la calzada. Las elegí porque son las que menos se deslizan sobre suelo mojado, y en el momento del dilema, preferí conservar mi integridad física ante un posible resbalo, la consecuente caída y el probable atropello por parte de alguno de los abundantes conductores desquiciados que no dejan de multiplicar su número día tras día.

Mi aliento no vacilaba y la marcha se desarrollaba con total normalidad. Me encontraba cómodo, tranquilo y concentrado. Mientras corría, observaba el río que transcurría armónico, el cielo nocturno transformado en masa nubosa, la llovizna que descendía y me lamía las mejillas. Y de repente, el dolor se concentró en la planta de mi pie izquierdo. Me negué a parar la carrera, ya que sabía, por el tipo de sensación, que se trataba de una ampolla.

Malditas zapatillas...ahora recuerdo por qué no las he usado en todo este tiempo.

Me concentré en omitir la laceración que a cada paso aumentaba su presencia. Poco a poco, comencé a sentir la pus que se acumulaba en el interior de la herida, y se deslizaba viscosa cada vez que el pie se posaba.

Me negué rotundamente a que el dolor creciente me dominara, y haciendo acopio de un gran esfuerzo conseguí mantener el ritmo en mi vuelta a casa. Durante el camino, una enorme luna llena dorada asomaba entre los nubarrones, el agua resbalaba sin cesar sobre mi, y un par de ambulancias y su grito desolador pasaron a mi lado.

Malditas zapatillas rojas. 

No quería rendirme, y sin embargo, el dolor se hacía a cada segundo más intenso. Cojeaba ligeramente y mi paso había aminorado. Ya la luna sucumbió al naufragio, quedando únicamente el recuerdo de su fulgor, difuminado y nebuloso.

Y no había estrellas. Ni arriba. Ni abajo. Ni siquiera la más brillante fue capaz de sobrevivir al aguacero.


Malditas zapatillas rojas.

Me sentí solo. Cobré conciencia de que tan sólo quedaba aquel fulgor difuso, no obstante, cálido.

Caminé. Dejé de esforzarme. Renqueé como pude sobre la acera mojada.

Alzando la mirada, quise observar de nuevo si aquella luz realmente había desaparecido. Sólo contemplé un embravecido cielo anubarrado, celoso de sus tesoros.

Malditas zapatillas rojas.

Me pregunto, como siempre, si estas tempestades dejarán que ella brille otra vez.

Malditas zapatillas...y sí, deseo que brille...

lunes, 6 de diciembre de 2010

Toc, toc... (o cuando el Dos de Agua se presenta)

...¿se puede?

Aquí estoy de nuevo, en tu desorganizada antesala repleta de trabajo, y más trabajo...¿dónde estás? Sal que pueda verte...ah, ahí estás. ¡Qué pequeño y famélico! No me extraña, has estado tan ocupado y tan...consciente...

Está bien, vengo para decirte, chavalín, que en ocasiones resultas una carga bastante pesada. Sí, sé que te lo has estado currando, que no has parado de darle cuerda a toda esta maquinaria que tienes por aquí. Pero, debo decirte, que toda la porquería que suelta este cachibache se está acumulando en mis senderos. Además...ahora no haces más que languidecer y desarrollar una actitud terrible ante todo lo que yo conseguí. Me dejé la piel en ello, ¿sabes? Todo lo que llegué a esculpir y a construir...no estoy dispuesto a echarlo a perder. ¡Así que no hay más que hablar!


Despéjate; déjame a mí el trabajo duro. Tú encargate de disfrutar de cada bocanada de aire fresco y cada libación casual. Es hora de laissez-faire y de curar las grietas.


Descansa, Contemplador. Mis alas se extienden más allá de tus razonamientos conscientes. 


Cierra los ojos, duérmete, y cuando despiertes, encontrarás mejores circunstancias para tus quehaceres. 


Buenas noches

sábado, 27 de noviembre de 2010

120 Días en las Profundidades del Mar Muerto

Y otra vez, como en las palabras de aquella melodía blasfema...

...el Rey de Sodoma bebe de nuevo, la Señora Babilonia gime...


...Princesas cantando canciones de su propio pecado,
de placer y dolor y virtudes en vano...


...y el Sol penetrando en Capricornio...

lunes, 22 de noviembre de 2010

La observo...

...y aún durante el día, se siguen reflejando en mis pupilas los destellos y titileos de aquella estrella entristecida. Y no puedo huir del deseo de descolgarla de su cielo, de hacerla mía, de apretarla contra mi pecho; bien para quebrarla y hacerla añicos; bien para que mi corazón la mastique y la haga suya; bien para morir inmolado entre sus aristas resplandecientes...

lunes, 8 de noviembre de 2010

El Aaiún

Resulta que por vuestra boca reseca, rezuma la pus y la porquería producida por la avaricia que os gobierna. Y ese limo, esa excreción que revestís de plumas, sois capaces de echarla a volar, dejándola en libertad para que contamine los corazones más nobles.

Que sois bestias afanadas en remendar su podrido disfraz de cordero, pavoneándose ante la debilidad de pueblos diezmados. Pero ya no hay más que jirones, y bajo las corrompidas pieles, vuestro hedor de codiciosa sordidez se abre paso, arañando incluso, los olfatos más rudos. 

Que ya no hay máscaras que os oculten. Que una vez más habéis aniquilado, y ganado a pulso las peores venganzas.

Espero sin ocultarlo, que los dueños de aquellos garabatos burocráticos, sean la víctima sin salida de madres e hijos de miradas heridas de por vida. 

viernes, 5 de noviembre de 2010

Zomb-villa

Rodeados de los chillidos aullantes que los trenes dejan escapar al frenar, mis pies se hallaban cómodamente plantados sobre el cemento del andén, alejados y ensimismados, abstraidos supongo, en el confort de las botas.


Por la parte superior de mi cuerpo, es decir, en mi cabeza, las circunstancias no eran muy distintas. Pensaba distraida en diversos temas, bien situada y alineada sobre el cuello y hombros.


De cuando en cuando volvía a la realidad y observaba la cola en la que esperaba, donde personas de todas las edades y colores brotaban taciturnas, espectantes. Algunos charlaban entre sí.


Más aullidos espeluznantes arañaban el aire, y estrellas galvánicas colgaban aburridas de un cielo de piedra o metal. Una voz femenina y resonante anunció algo, y, casualmente, la cola comenzó a avanzar. Aquellas palabras envolventes asemejaron al conjuro de una vieja reina hechicera, cuyo encantamiento hubiera levantado hordas de cadáveres tambaleantes.




Mis pies, ahora lúgubres, se arrastraron como aquellos otros que le rodeaban, siguiendo los movimientos en una zombi-danza torpe y arrítmica. Mis ojos apuntaron al resto de mis cadavéricos compañeros, y vi sus miradas ansiosa clavadas en el final de aquella serpiente humana, deseosos de reposar.




Un paso. Luego otro. Un lento y tenebroso tropel, que no deja de avanzar, adelante, siempre adelante, sin descanso. Brazos extendidos en una búsqueda interminable. Consumiendo sin parar, como una avariciosa plaga de langostas.Y yo entre ellos, sin poder detenerme. Arrastrado y conducido. Inutilizado...por muy vivo que me sienta....

jueves, 4 de noviembre de 2010

Pandora se quedó manca

Las ventanas palpitaban en lentos latidos mientras las notas se desprendían de las cuerdas, acompañadas del suave rasgueo de su voz. Tras los cristales, la pobre luz de las farolas creaba sombras que se adherían a los muros de ladrillo. El halo anaranjado de la lámpara se filtraba hasta mis pupilas, probablemente dilatadas en aquellos instantes de pasmosa ensoñación.

Los ventanales vivientes respiraban en movimientos sedosos, traspasados por las callejeras y moribundas luces eléctricas, y el eco de ideas empezaba a tejerse y a cobrar forma en algún subterráneo almacén cerebral. Cuando el engendro terminó de constituirse, fue transformado en pregunta. Una pregunta que resonó en todas mis células, y que no desvelaré.

Fue un segundo, un segundo en el que las latientes ventanas se desperezaron bostezando, la luz se difuminó, borrosa, la música arañó algún viejo saco de emociones, y la frase me inundó a todos los niveles.

La respuesta llegó inmediatamente. Brotó de manera lógica de esa aglomeración de sensaciones, transformada directamente en palabra reptante, venenosa, y enroscada.

Como suele ocurrir con ese tipo de revelaciones, un sólo parpadeo bastó para hacer caer la estructura que acababa de construir, dejando tan sólo una esencia mediocre. Un harapo solitario.

Tan sólo espero no ser el único

sábado, 23 de octubre de 2010

Fagofagia


Como tantas otras veces, me soñaba a mí mismo intentando conciliar el sueño. Siempre coincide con esta circunstancia la sensación de temor, la sospecha de ser acechado por algo, oculto en la oscuridad más allá de las sábanas.


La diferencia esta vez, era que no yacía solo, y me sentía más seguro y tranquilo que de costumbre. No obstante, en algún momento la oscuridad dio paso a la penumbra, y los objetos de mi dormitorio y todos sus detalles fueron revelados. Todo encajaba en la contundente realidad, no existía nada especial o anormal, exceptuando, quizás, el miedo que me invadía.


Tal vez susurrara en el oído de S. algunas palabras para comprobar si dormía. Incluso puede que me incorporara al escuchar o notar movimientos en las sombras. No recuerdo exactamente qué hice en el durante, pero tras unos instantes, no cabía duda de que algo se acercaba por el pasillo, arrastrando los pies, o lo que tuviese en su lugar.


En el marco de la puerta apareció un ser alargado, dibujado por trazos nerviosos y negros que vibraban. Su figura recordaba a un obelisco, o puede que a una monja de gran estatura, flaca y esmirriada, oculta bajo algún tipo de hábito oscuro y fluctuante. Un par de enormes ojos saltones sobresalían de ese manto extraño que cubría al ser. Su movimiento era parecido al caminar de un monigote de animación vectorial.

Estaba paralizado ante tal circunstancia, observaba aquella cosa que entraba en mi habitación y avanzaba hacia la cama con pasos cortos y mirada desorbitada. De repente, su marcha cesó. Unas palabras se modularon en el hilo de voz que se abría paso a través de sus trazos zigzagueantes y sombríamente electrificados:

"A veces, practico la fagofagia..."

Desperté al instante.


lunes, 18 de octubre de 2010

Parece que se hace tarde...

...y, sin embargo, aún me sigo sorprendiendo en ese estado mental primordial y primigenio, en el que el mundo exterior pierde su valor como elemento ajeno, e innumerables conexiones se desvelan de forma sutil.

Tal vez sea tarde. Tal vez chasqueen huesos que antes no lo hacían. Tal vez las pasiones se diluyen cada vez más en una maquinaria de rutina oxidada.

Pero existen instantes en que el Ser y el Resto, dejan de definirse en Espacio y Tiempo.

Por ello, tan sólo parece que se hace tarde. Y eso no deja de ser bueno. 

domingo, 3 de octubre de 2010

Y nada más

Me lo repito cada maldita noche solitaria; especialmente en aquellas donde fantasmas de medianoche y vacíos hambrientos acechan desde cualquier recoveco.


Especialmente, en aquellas donde el cansancio me aplasta y el ánimo se derrumba en cascadas de cristales rotos.


Especialmente, en aquellas en las que las ideas se iluminan mediante una luz mortecina, decadente, y el sin sentido de la existencia resuena zumbante.


Me lo repito una y otra vez, susurrando, quizá garabateando. La misma idea redibujada, vestida con mil trajes distintos; nombrada hasta la saciedad y la destrucción de su significado.


 Me lo repito, por miedo, o angustia; esperando que mi cerebro se cauterice permanentemente, que la idea reluzca en todo momento, cicatrizada en el hipotálamo.


Me lo repito y repito...que mañana, puedes cesar. Que no hay ni un sólo segundo en el que tu cuerpo pueda esquivar a la Dama de Negro. Que todas las conexiones eléctricas que te recorren, están expuestas constantemente al colapso.


Morir. Morir y yacer inmóvil; inerte, frío, estático. Rigor mortis corporal. Pupilas fijas.


Y nada más.

viernes, 1 de octubre de 2010

Recordado

Y sí, me he recordado.

Ahora mis pies caminan ligeros, y nuevas alas crecen en ellos.

He descendido a superficies más allá de lo subterráneo; he excavado en paredes de carne, tanto viva como muerta; he combatido a papel y tinta las más fieras y esquivas bestias interiores. He bebido néctar dulce y adictivo, venenoso. Arañé. Grité. Rabié. Ansié. 

Y finalmente, cómo imaginarlo, de la manera más sencilla y tranquila, desempolvé, sin más contingencias, todos los caminos y senderos que me atraviesan. Y de aquel desierto sin esperanza, me elevé, como antes, a los más altos cielos.  

La Inmensidad Presente, como combustible de un Fuego Interior infinito.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Desátate

Tú. Sí tú. Contemplador. ¿Qué esperas?

Te mantienes en un precario equilibrio, fijando la vista en puntos demasiado alejados de tus fronteras. 

Tus ojos inmóviles desnudan los más profundos abismos. 

¿Dónde te encuentras?

Tan sólo estudias límites que jamás podrás alcanzar. Caminos enrevesados y ajenos, sólo observables.

Y  los cielos que te resguardaban, ahora flotan transmutados en afiladas hojas de metal cortante, suspendidas en algún punto sobre tu cabeza.

Tú. Sí, tú, mi contemplador. Es el momento de cultivar nuevos jardines en tus bóvedas, allá arriba. Cabalga las tormentas que desencadenaste; dómalas como sólo tú eres capaz.

Dirige las pupilas a altas torres de marfil resplandeciente, trépalas, e ignora todo lo que existe más allá de tus confines.  

Contempla desde las cúspides, y esas dagas crueles se disolverán en brisas reconfortantes.

Tú. Sí, tú. Mi contemplador perdido.

Desátate.

martes, 31 de agosto de 2010

Recuérdate

Tú. Sí, tú. Soñador. ¿Qué pretendes? 

Las plumas de tus pies alados se han derretido, dejando al desnudo el esqueleto de tus ilusiones. 

Te precipitas por voluntad propia hacia algún lugar incierto. 

¿Qué te depara el Tiempo?

Ya no deseas conjeturar ni adentrarte en tus senderos. Demasiados han sido borrados o hundidos. 

Y el agua cristalina en la que se reflejaba tu futuro, se ha filtrado, o evaporado; y tu copa espera solitaria a ser rellenada. 

Tú. Sí, tú, mi soñador. Alza el vuelo de nuevo retando a las aves celestes. Reviste tus pies del antiguo plumaje que te hacía único y elévate. 

Dibuja otra vez los miles de caminos entrecruzados que te dirigían al horizonte. No temas.

Vuelve a soñar, y nuevas lloviznas llenarán tus copas, haciendo reflejar miles de universos en los que adentrarte. 

Tú, sí tú. Mi soñador caído. 

Recuérdate. 

sábado, 28 de agosto de 2010

El Vigía de las Mareas

Durante evos de paso lento, el Vigía de las Mareas controló secretamente aquellas corrientes cósmicas y turbulentas, que como hambrientas sirenas insistían en emerger y devorarlo todo.



Eficazmente había logrado bloquearlas, incluso, casi anularlas. Pero sus habitantes subyacentes comenzaron a herir las barreras, y sus profundidades se derramaron salvajemente. Terribles y furiosas tormentas sucedieron entonces, agitando el mundo y volteando al Vigía. Y harto de la contienda, se dejó naufragar.



Flotó inmóvil y cadavérico. Fue arrastrado por impestuosos oleajes, danzado por todos ellos. Un acróbata de tendones partidos.



Y en algún momento ocurrió. Su cuerpo sumergido fue recuperado por unas manos extrañas. Sobre la arena de alguna orilla y bajo un cielo púrpura, su mirada se encontró con otra, la cual le ofreció pan y descanso. Aquella mujer de cuerpo esbelto y largo cabello adornado de espigas de trigo, había calmado todas sus tempestades. Sus Mareas apaciguadas los rodeaban ronzándolos tímidamente. Ambos cuerpos entrelazados bajo soles y lunas y estrellas incontables. A un lado los Cielos Acuáticos, y al otro, las Praderas de Meteoros. Hermosas conjunciones, que sin embargo, ocultaban bramantes borrascas.



Y pasó que, con aquellos ciclones, los Cielos fueron quebrados y las Praderas hundidas. El Vigía y la Doncella deshicieron sus nudos, y navegaron en direcciones opuestas.



Las Mareas, ante todo pronóstico, siguieron en calma, gracias a la ayuda de aquella virgen de ojos de miel. Aún así, tras encontrarse con seres monstruosos, eligió alejarse de la superficie. Consiguió bucear y explorar sus profundidades, sus grutas y cavernas más recónditas. Maravillosas. Exhuberantes. Frondosas



Mientras admiraba la abundancia de sus abismos y reencontraba antiguos tesoros, descubrió la compañía de sus preciosos peces, parecidos a lenguas de fuego. Las pieles escamosas resplandecían, y ese fulgor amedentraba la oscuridad de aquellas simas, ofreciéndole calor y tranquilidad.



El Vigía decidió volver a la superficie acompañado por sus amantes peces. Su figura rodeada de pequeñas motas de luz que giraban a su alrededor mientras ascendía. Y una vez que su cuerpo emergente se desesperezó bajo un sol radiante, sus peces de serpentino fuego lo acompañaron aferrándose a su piel. Flotando a través de nubes esponjosas observó sus Mareas serenas, parecía que su obligación como Vigía había terminado. Al tiempo que los destellos lamían sus dunas de piel, pensó que, desde allá abajo, debía parecer una estrella titilante y tímida, pero visible al fin y al cabo aún a la luz del día.

Sonrió.

lunes, 16 de agosto de 2010

. . .

Despertar. Luz. Calor. ¿Qué hora es? Agosto en Córdoba. Malestar. Sudor. Has dormido cinco horas y media. Escozor en los ojos.

Un espejo donde mirarte las ojeras. Sed. Lávate la cara. Vuelta al espejo. Estas mañanas, mañanas post abuso de bebida, te hacen sentirte más solo de lo normal. Este es el momento en el que sabes que este día no está hecho para ti.  Demasiadas piedras en la cabeza para obligarte a encontrar el énfasis en este Hoy.

No queda café, no pasa nada, no vas a realizar ninguna acción que requiera demasiada actividad. Hoy no está permitido agobiarse por nada. Medio litro de Nesquick en una enorme jarrita con asa de cebra.
Y ahora qué. Devaneos entre libros, entre aficiones; un abanico de posibilidades que voy recortando. Es un Hoy en el que nada es seguro, en el que ningún deseo o necesidad parece lo suficientemente importante excepto uno: que Hoy sea Ayer lo antes posible. Y sabes, que esa situación no va a cambiar excepto por influencias externas o un largo sueño reparador.

Estos Días aún no tienen nombre, y no debo confundirlos con los universales Días Grises. En los Días Grises, todo es distinto; son fecundos en creatividad; son algún tipo de batalla interna con sus derrotas y sus éxitos.

En cambio, en Estos Días, todo es vacuo, tu persona como un bache en tu propio camino, desencajado del mundo y estancado. Y ni siquiera los procesos creativos alivian los síntomas.

Son las 00.32, por lo que este Hoy acaba de morir. Su cuerpo ya se ha transformado en niebla de recuerdo que comienza a pudrirse lentamente. Por lo que brindo por su defunción, y consigo al menos alegrarme, de que en Estos Días me libro de sangrar y de dolores abdominales...

Dedicado a Dani, Cris y Berta. 
 

miércoles, 11 de agosto de 2010

Del Mundo de Abajo al Mundo de Arriba...

A veces, sueño con pasear boca abajo por el cielo. Recorrer su superficie, que ya desde antiguas eras decían estar compuesto por algún tipo de metal. Observar de cerca el resplandor de sus estrellas y deslumbrarme. Avanzar entre los dibujos de las nubes, pintarlas de colores y crear nuevos grafitis celestes. Sentir mis pies pegados en las alturas y mantenerme quieto, inmóvil, colgante. Disfrutando del vértigo y de la sangre agolpada en mis sienes. Tal vez otros como yo sueñen lo mismo, o incluso ya caminen por allá arriba, colgados.


Cuando el cielo fuese suelo y la tierra firmamento, miraría hacia arriba, a esas nuevas constelaciones y galaxias eléctricas, e imaginaría a sus gentes de miles de formas, y me preguntaría si allá lejos la vida sería distinta.


Quizás sólo se mantienen colgados, balanceándose y preocupados de no caer. Viven así en un vaivén a la vez estático, incapaces de ayudar a sus compañeros igualmente suspendidos. Pueblos, entonces, fragmentados, donde el único propósito es no precipitarse al abismo, dirigir la mirada y la atención a un punto fijo y permanecer en un balanceo infinito.


Sería entonces cuando preferiría mantenerme con los pies en las nubes y esperar que tesoros terrestres cayesen a mi alrededor. Y, desde luego, ya no estaría colgado, sino bien plantado en el suelo.


Del Antiguo Mundo de Abajo al Antiguo Mundo de Arriba...

lunes, 9 de agosto de 2010

Ouverture

Un reloj lejano dio las nueve. Aquel viejo decrépito, encorvado sobre su escritorio, observaba la noche a través de los ventanales de su habitación. Una luz mortecina espantaba las sombras fantasmales y juguetonas de la penumbra, y salvaguardaba la conciencia y serenidad del anciano. Éste mecía la pluma con la que escribía entre sus manos, en un gesto inconsciente que expresaba su estado de meditación. Su mirada clavada en el ventanal desde donde el mundo se reducía a un campo invernal, yermo, donde los árboles se mecían a merced del viento y el ulular de éste blasfemaba en contra de toda vida.

Mientras, las nubes tormentosas se arremolinaban, volteaban y se retorcían, con la única intención de ahogar a la luna llena que luchaba por asomarse al mundo, como una Ofelia que trata desesperadamente de evitar su destino. De esta forma, la oscuridad reinante en la habitación del viejo, danzaba a su alrededor, lanzando formas de brazos de garras abominables y siluetas de pesadillas pasadas, ansiosas de morderlo.

Las profundas depresiones en el rostro del hombre no mostraban cambio alguno ante aquellos caprichos, sus pupilas inmóviles recorrían antiguos senderos de recuerdos turbulentos, esperando encontrar en esas profundidades la aguja y el hilo con el que doblegar su mente harapienta. No obstante, la pluma seguía balanceándose entre sus huesudos y nudosos dedos.

Fue entonces, a la luz de un relámpago perezoso, cuando la musa besó sus mejillas hundidas y secas, y la mirada del anciano flotó sobre el papel aún en blanco. La pluma comenzó a deslizarse sobre aquel, recogiendo las llaves y las puertas acumuladas a lo largo de toda una vida, y tejiendo la memoria de un mundo que sólo el vetusto personaje había conocido.