Fragmentos

lunes, 16 de agosto de 2010

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Despertar. Luz. Calor. ¿Qué hora es? Agosto en Córdoba. Malestar. Sudor. Has dormido cinco horas y media. Escozor en los ojos.

Un espejo donde mirarte las ojeras. Sed. Lávate la cara. Vuelta al espejo. Estas mañanas, mañanas post abuso de bebida, te hacen sentirte más solo de lo normal. Este es el momento en el que sabes que este día no está hecho para ti.  Demasiadas piedras en la cabeza para obligarte a encontrar el énfasis en este Hoy.

No queda café, no pasa nada, no vas a realizar ninguna acción que requiera demasiada actividad. Hoy no está permitido agobiarse por nada. Medio litro de Nesquick en una enorme jarrita con asa de cebra.
Y ahora qué. Devaneos entre libros, entre aficiones; un abanico de posibilidades que voy recortando. Es un Hoy en el que nada es seguro, en el que ningún deseo o necesidad parece lo suficientemente importante excepto uno: que Hoy sea Ayer lo antes posible. Y sabes, que esa situación no va a cambiar excepto por influencias externas o un largo sueño reparador.

Estos Días aún no tienen nombre, y no debo confundirlos con los universales Días Grises. En los Días Grises, todo es distinto; son fecundos en creatividad; son algún tipo de batalla interna con sus derrotas y sus éxitos.

En cambio, en Estos Días, todo es vacuo, tu persona como un bache en tu propio camino, desencajado del mundo y estancado. Y ni siquiera los procesos creativos alivian los síntomas.

Son las 00.32, por lo que este Hoy acaba de morir. Su cuerpo ya se ha transformado en niebla de recuerdo que comienza a pudrirse lentamente. Por lo que brindo por su defunción, y consigo al menos alegrarme, de que en Estos Días me libro de sangrar y de dolores abdominales...

Dedicado a Dani, Cris y Berta. 
 

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