Fragmentos

jueves, 30 de diciembre de 2010

Bostezo (o cuando el Dos de Agua saltó de la baraja y se perdió definitivamente)

...Qué buen descanso ... ¿Qué ha ocurrido? 


Oh, ya veo. De vuelta al Caos primigenio. Qué mareo repentino, creo que voy a volver a sentarme...

Y bien, Soñador, ¿cómo hemos llegado de nuevo aquí? Recuerdo tus palabras de buenas noches, algo así como: "Oh sí, mi Contemplador, descansa, ¡aparta inútil, que me estás manchando el camino!" 

Y ahora mírate, alas rotas de nuevo, perdido en el Tiempo...desecho y con todas tus copas destrozadas. Te recordé quién eras, y tú me desataste; ambos hemos trabajado duro: tú redibujaste senderos, extendistes tus alas. Yo, por mi parte, cultivé jardines y disolví afiladas dagas colgantes... 

Hemos ido por caminos distintos, pero no resulta. Debemos ajustarnos, equilibrarnos. Nuestra existencia depende de ello. 


Soñador, no te diré que descanses, pero sí que tomes tu tiempo para que tus alas renazcan. Dame la mano, levanta y ayúdame con estos trastos. Deja tus labores etéreas y centra tu atención en este gran montón de mierda que debemos eliminar. Podemos hacerlo, mi Soñador.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Cuando la penumbra acecha

En estas noches, recuerdo la frase que una vez me susurraron mis Fantasmas de Medianoche:

Y vivir como un Sol siempre triste, que no cesa de esperar a una Estrella Fugaz demasiado veloz y brillante, como para retenerla a su lado.

Cómo iba a saber, que en esas horas de insomnio, ya lejanas, el cúmulo de letras y garabatos dispersos en un folio rasgado, dibujarían lo que ha sido siempre y quizá será.Cómo iba a saberlo.

-- Camina por el cielo y resplandece alto, mi estrella. Gracias por tu calor. -- 

martes, 21 de diciembre de 2010

Malditas Zapatillas Rojas

Mis viejas zapatillas rojas se sucedían en rítmicos golpes sobre la calzada. Las elegí porque son las que menos se deslizan sobre suelo mojado, y en el momento del dilema, preferí conservar mi integridad física ante un posible resbalo, la consecuente caída y el probable atropello por parte de alguno de los abundantes conductores desquiciados que no dejan de multiplicar su número día tras día.

Mi aliento no vacilaba y la marcha se desarrollaba con total normalidad. Me encontraba cómodo, tranquilo y concentrado. Mientras corría, observaba el río que transcurría armónico, el cielo nocturno transformado en masa nubosa, la llovizna que descendía y me lamía las mejillas. Y de repente, el dolor se concentró en la planta de mi pie izquierdo. Me negué a parar la carrera, ya que sabía, por el tipo de sensación, que se trataba de una ampolla.

Malditas zapatillas...ahora recuerdo por qué no las he usado en todo este tiempo.

Me concentré en omitir la laceración que a cada paso aumentaba su presencia. Poco a poco, comencé a sentir la pus que se acumulaba en el interior de la herida, y se deslizaba viscosa cada vez que el pie se posaba.

Me negué rotundamente a que el dolor creciente me dominara, y haciendo acopio de un gran esfuerzo conseguí mantener el ritmo en mi vuelta a casa. Durante el camino, una enorme luna llena dorada asomaba entre los nubarrones, el agua resbalaba sin cesar sobre mi, y un par de ambulancias y su grito desolador pasaron a mi lado.

Malditas zapatillas rojas. 

No quería rendirme, y sin embargo, el dolor se hacía a cada segundo más intenso. Cojeaba ligeramente y mi paso había aminorado. Ya la luna sucumbió al naufragio, quedando únicamente el recuerdo de su fulgor, difuminado y nebuloso.

Y no había estrellas. Ni arriba. Ni abajo. Ni siquiera la más brillante fue capaz de sobrevivir al aguacero.


Malditas zapatillas rojas.

Me sentí solo. Cobré conciencia de que tan sólo quedaba aquel fulgor difuso, no obstante, cálido.

Caminé. Dejé de esforzarme. Renqueé como pude sobre la acera mojada.

Alzando la mirada, quise observar de nuevo si aquella luz realmente había desaparecido. Sólo contemplé un embravecido cielo anubarrado, celoso de sus tesoros.

Malditas zapatillas rojas.

Me pregunto, como siempre, si estas tempestades dejarán que ella brille otra vez.

Malditas zapatillas...y sí, deseo que brille...

lunes, 6 de diciembre de 2010

Toc, toc... (o cuando el Dos de Agua se presenta)

...¿se puede?

Aquí estoy de nuevo, en tu desorganizada antesala repleta de trabajo, y más trabajo...¿dónde estás? Sal que pueda verte...ah, ahí estás. ¡Qué pequeño y famélico! No me extraña, has estado tan ocupado y tan...consciente...

Está bien, vengo para decirte, chavalín, que en ocasiones resultas una carga bastante pesada. Sí, sé que te lo has estado currando, que no has parado de darle cuerda a toda esta maquinaria que tienes por aquí. Pero, debo decirte, que toda la porquería que suelta este cachibache se está acumulando en mis senderos. Además...ahora no haces más que languidecer y desarrollar una actitud terrible ante todo lo que yo conseguí. Me dejé la piel en ello, ¿sabes? Todo lo que llegué a esculpir y a construir...no estoy dispuesto a echarlo a perder. ¡Así que no hay más que hablar!


Despéjate; déjame a mí el trabajo duro. Tú encargate de disfrutar de cada bocanada de aire fresco y cada libación casual. Es hora de laissez-faire y de curar las grietas.


Descansa, Contemplador. Mis alas se extienden más allá de tus razonamientos conscientes. 


Cierra los ojos, duérmete, y cuando despiertes, encontrarás mejores circunstancias para tus quehaceres. 


Buenas noches