Todos mis esfuerzos se centraron en esculpir algo irreal. Un poco de allí, un poco de aquí. Lijando, puliendo. Paciencia infinita, lenguas cortadas, ojos arañados y sangrantes.
Finalmente, el León muestra sus dientes, y todos los finos hilos tejidos con delicadeza se desintegran en tormentas.
Y queda, como siempre, el eco de la melodía, que nunca es igual:
"el Rey de Sodoma bebe de nuevo,
la Señora Babilonia gime,
y el Sol...náufrago en Mares de Niebla"
Las reglas del juego han cambiado.