Fragmentos

martes, 31 de agosto de 2010

Recuérdate

Tú. Sí, tú. Soñador. ¿Qué pretendes? 

Las plumas de tus pies alados se han derretido, dejando al desnudo el esqueleto de tus ilusiones. 

Te precipitas por voluntad propia hacia algún lugar incierto. 

¿Qué te depara el Tiempo?

Ya no deseas conjeturar ni adentrarte en tus senderos. Demasiados han sido borrados o hundidos. 

Y el agua cristalina en la que se reflejaba tu futuro, se ha filtrado, o evaporado; y tu copa espera solitaria a ser rellenada. 

Tú. Sí, tú, mi soñador. Alza el vuelo de nuevo retando a las aves celestes. Reviste tus pies del antiguo plumaje que te hacía único y elévate. 

Dibuja otra vez los miles de caminos entrecruzados que te dirigían al horizonte. No temas.

Vuelve a soñar, y nuevas lloviznas llenarán tus copas, haciendo reflejar miles de universos en los que adentrarte. 

Tú, sí tú. Mi soñador caído. 

Recuérdate. 

sábado, 28 de agosto de 2010

El Vigía de las Mareas

Durante evos de paso lento, el Vigía de las Mareas controló secretamente aquellas corrientes cósmicas y turbulentas, que como hambrientas sirenas insistían en emerger y devorarlo todo.



Eficazmente había logrado bloquearlas, incluso, casi anularlas. Pero sus habitantes subyacentes comenzaron a herir las barreras, y sus profundidades se derramaron salvajemente. Terribles y furiosas tormentas sucedieron entonces, agitando el mundo y volteando al Vigía. Y harto de la contienda, se dejó naufragar.



Flotó inmóvil y cadavérico. Fue arrastrado por impestuosos oleajes, danzado por todos ellos. Un acróbata de tendones partidos.



Y en algún momento ocurrió. Su cuerpo sumergido fue recuperado por unas manos extrañas. Sobre la arena de alguna orilla y bajo un cielo púrpura, su mirada se encontró con otra, la cual le ofreció pan y descanso. Aquella mujer de cuerpo esbelto y largo cabello adornado de espigas de trigo, había calmado todas sus tempestades. Sus Mareas apaciguadas los rodeaban ronzándolos tímidamente. Ambos cuerpos entrelazados bajo soles y lunas y estrellas incontables. A un lado los Cielos Acuáticos, y al otro, las Praderas de Meteoros. Hermosas conjunciones, que sin embargo, ocultaban bramantes borrascas.



Y pasó que, con aquellos ciclones, los Cielos fueron quebrados y las Praderas hundidas. El Vigía y la Doncella deshicieron sus nudos, y navegaron en direcciones opuestas.



Las Mareas, ante todo pronóstico, siguieron en calma, gracias a la ayuda de aquella virgen de ojos de miel. Aún así, tras encontrarse con seres monstruosos, eligió alejarse de la superficie. Consiguió bucear y explorar sus profundidades, sus grutas y cavernas más recónditas. Maravillosas. Exhuberantes. Frondosas



Mientras admiraba la abundancia de sus abismos y reencontraba antiguos tesoros, descubrió la compañía de sus preciosos peces, parecidos a lenguas de fuego. Las pieles escamosas resplandecían, y ese fulgor amedentraba la oscuridad de aquellas simas, ofreciéndole calor y tranquilidad.



El Vigía decidió volver a la superficie acompañado por sus amantes peces. Su figura rodeada de pequeñas motas de luz que giraban a su alrededor mientras ascendía. Y una vez que su cuerpo emergente se desesperezó bajo un sol radiante, sus peces de serpentino fuego lo acompañaron aferrándose a su piel. Flotando a través de nubes esponjosas observó sus Mareas serenas, parecía que su obligación como Vigía había terminado. Al tiempo que los destellos lamían sus dunas de piel, pensó que, desde allá abajo, debía parecer una estrella titilante y tímida, pero visible al fin y al cabo aún a la luz del día.

Sonrió.

lunes, 16 de agosto de 2010

. . .

Despertar. Luz. Calor. ¿Qué hora es? Agosto en Córdoba. Malestar. Sudor. Has dormido cinco horas y media. Escozor en los ojos.

Un espejo donde mirarte las ojeras. Sed. Lávate la cara. Vuelta al espejo. Estas mañanas, mañanas post abuso de bebida, te hacen sentirte más solo de lo normal. Este es el momento en el que sabes que este día no está hecho para ti.  Demasiadas piedras en la cabeza para obligarte a encontrar el énfasis en este Hoy.

No queda café, no pasa nada, no vas a realizar ninguna acción que requiera demasiada actividad. Hoy no está permitido agobiarse por nada. Medio litro de Nesquick en una enorme jarrita con asa de cebra.
Y ahora qué. Devaneos entre libros, entre aficiones; un abanico de posibilidades que voy recortando. Es un Hoy en el que nada es seguro, en el que ningún deseo o necesidad parece lo suficientemente importante excepto uno: que Hoy sea Ayer lo antes posible. Y sabes, que esa situación no va a cambiar excepto por influencias externas o un largo sueño reparador.

Estos Días aún no tienen nombre, y no debo confundirlos con los universales Días Grises. En los Días Grises, todo es distinto; son fecundos en creatividad; son algún tipo de batalla interna con sus derrotas y sus éxitos.

En cambio, en Estos Días, todo es vacuo, tu persona como un bache en tu propio camino, desencajado del mundo y estancado. Y ni siquiera los procesos creativos alivian los síntomas.

Son las 00.32, por lo que este Hoy acaba de morir. Su cuerpo ya se ha transformado en niebla de recuerdo que comienza a pudrirse lentamente. Por lo que brindo por su defunción, y consigo al menos alegrarme, de que en Estos Días me libro de sangrar y de dolores abdominales...

Dedicado a Dani, Cris y Berta. 
 

miércoles, 11 de agosto de 2010

Del Mundo de Abajo al Mundo de Arriba...

A veces, sueño con pasear boca abajo por el cielo. Recorrer su superficie, que ya desde antiguas eras decían estar compuesto por algún tipo de metal. Observar de cerca el resplandor de sus estrellas y deslumbrarme. Avanzar entre los dibujos de las nubes, pintarlas de colores y crear nuevos grafitis celestes. Sentir mis pies pegados en las alturas y mantenerme quieto, inmóvil, colgante. Disfrutando del vértigo y de la sangre agolpada en mis sienes. Tal vez otros como yo sueñen lo mismo, o incluso ya caminen por allá arriba, colgados.


Cuando el cielo fuese suelo y la tierra firmamento, miraría hacia arriba, a esas nuevas constelaciones y galaxias eléctricas, e imaginaría a sus gentes de miles de formas, y me preguntaría si allá lejos la vida sería distinta.


Quizás sólo se mantienen colgados, balanceándose y preocupados de no caer. Viven así en un vaivén a la vez estático, incapaces de ayudar a sus compañeros igualmente suspendidos. Pueblos, entonces, fragmentados, donde el único propósito es no precipitarse al abismo, dirigir la mirada y la atención a un punto fijo y permanecer en un balanceo infinito.


Sería entonces cuando preferiría mantenerme con los pies en las nubes y esperar que tesoros terrestres cayesen a mi alrededor. Y, desde luego, ya no estaría colgado, sino bien plantado en el suelo.


Del Antiguo Mundo de Abajo al Antiguo Mundo de Arriba...

lunes, 9 de agosto de 2010

Ouverture

Un reloj lejano dio las nueve. Aquel viejo decrépito, encorvado sobre su escritorio, observaba la noche a través de los ventanales de su habitación. Una luz mortecina espantaba las sombras fantasmales y juguetonas de la penumbra, y salvaguardaba la conciencia y serenidad del anciano. Éste mecía la pluma con la que escribía entre sus manos, en un gesto inconsciente que expresaba su estado de meditación. Su mirada clavada en el ventanal desde donde el mundo se reducía a un campo invernal, yermo, donde los árboles se mecían a merced del viento y el ulular de éste blasfemaba en contra de toda vida.

Mientras, las nubes tormentosas se arremolinaban, volteaban y se retorcían, con la única intención de ahogar a la luna llena que luchaba por asomarse al mundo, como una Ofelia que trata desesperadamente de evitar su destino. De esta forma, la oscuridad reinante en la habitación del viejo, danzaba a su alrededor, lanzando formas de brazos de garras abominables y siluetas de pesadillas pasadas, ansiosas de morderlo.

Las profundas depresiones en el rostro del hombre no mostraban cambio alguno ante aquellos caprichos, sus pupilas inmóviles recorrían antiguos senderos de recuerdos turbulentos, esperando encontrar en esas profundidades la aguja y el hilo con el que doblegar su mente harapienta. No obstante, la pluma seguía balanceándose entre sus huesudos y nudosos dedos.

Fue entonces, a la luz de un relámpago perezoso, cuando la musa besó sus mejillas hundidas y secas, y la mirada del anciano flotó sobre el papel aún en blanco. La pluma comenzó a deslizarse sobre aquel, recogiendo las llaves y las puertas acumuladas a lo largo de toda una vida, y tejiendo la memoria de un mundo que sólo el vetusto personaje había conocido.