Fragmentos

domingo, 3 de octubre de 2010

Y nada más

Me lo repito cada maldita noche solitaria; especialmente en aquellas donde fantasmas de medianoche y vacíos hambrientos acechan desde cualquier recoveco.


Especialmente, en aquellas donde el cansancio me aplasta y el ánimo se derrumba en cascadas de cristales rotos.


Especialmente, en aquellas en las que las ideas se iluminan mediante una luz mortecina, decadente, y el sin sentido de la existencia resuena zumbante.


Me lo repito una y otra vez, susurrando, quizá garabateando. La misma idea redibujada, vestida con mil trajes distintos; nombrada hasta la saciedad y la destrucción de su significado.


 Me lo repito, por miedo, o angustia; esperando que mi cerebro se cauterice permanentemente, que la idea reluzca en todo momento, cicatrizada en el hipotálamo.


Me lo repito y repito...que mañana, puedes cesar. Que no hay ni un sólo segundo en el que tu cuerpo pueda esquivar a la Dama de Negro. Que todas las conexiones eléctricas que te recorren, están expuestas constantemente al colapso.


Morir. Morir y yacer inmóvil; inerte, frío, estático. Rigor mortis corporal. Pupilas fijas.


Y nada más.

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