Fragmentos

sábado, 18 de septiembre de 2010

Desátate

Tú. Sí tú. Contemplador. ¿Qué esperas?

Te mantienes en un precario equilibrio, fijando la vista en puntos demasiado alejados de tus fronteras. 

Tus ojos inmóviles desnudan los más profundos abismos. 

¿Dónde te encuentras?

Tan sólo estudias límites que jamás podrás alcanzar. Caminos enrevesados y ajenos, sólo observables.

Y  los cielos que te resguardaban, ahora flotan transmutados en afiladas hojas de metal cortante, suspendidas en algún punto sobre tu cabeza.

Tú. Sí, tú, mi contemplador. Es el momento de cultivar nuevos jardines en tus bóvedas, allá arriba. Cabalga las tormentas que desencadenaste; dómalas como sólo tú eres capaz.

Dirige las pupilas a altas torres de marfil resplandeciente, trépalas, e ignora todo lo que existe más allá de tus confines.  

Contempla desde las cúspides, y esas dagas crueles se disolverán en brisas reconfortantes.

Tú. Sí, tú. Mi contemplador perdido.

Desátate.

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