Fragmentos

sábado, 8 de octubre de 2011

Espinas y rosas

 Una Sombra se presentó hace poco. De temperamento paciente y lengua aguda, esta Sombra tomó forma y se adentró en alguna caverna de la consciencia. Algunas de sus palabras cristalizaron y dejaron un nutrido sedimento del que extraer tesoros deslumbrantes. 

Finalmente, pronunció una idea universal, que seguirá latente a través de todos los siglos: 

(...) Llámame como tú quieras, con nombres poéticos, épicos, míticos. O dirígete a mí con insultos si lo prefieres. En eso, eres libre. Sin embargo, te diré: da igual en qué parte de este planeta inmundo te encuentres, da lo mismo en qué momento de tu vida te halles, no importa, para nada, el contexto; yo siempre estaré aquí, aguardando, yaciendo en las marginales fronteras a donde fui desterrado, agazapado, quizá somnoliento; observando con sorna tus intentos de autocomplaciencia, riéndome de todos tus fracasos y, ante todo, recordándote, a veces con más insistencia que otras, todo aquello que quedó segado de tu vida (...) Dame las riendas, y te prometo un lecho aterciopelado en el que reposar, ajeno a las pesadillas puntiagudas que tanto dolor lacerante te ocasionan (...)

No hay comentarios:

Publicar un comentario