Aquella noche, la virgen de madera tallada bajó de su pedestal y, por su propio pie, se encaminó sola hacia la verbena del pueblo. Sujetándose las enaguas para no tropezarse, y ajustándose de cuando en cuando la pesada corona, consiguió llegar al mostrador donde los camareros atendían a los vecinos. Es de fácil entendimiento, que los habitantes de la pequeña población quedaran boquiabiertos al ver a su gran diosa redentora hipar a causa del vino, así como reir a carcajadas ante los chistes de los compadres allí reunidos.
(Extractos del Viejo Cuaderno)
Bestial
ResponderEliminar